Cuando me aumenten las penas
Las flores de mi jardín
Han de ser mis enfermeras
Y si acaso yo me ausento
Antes que tú te arrepientas
Heredarás estas flores
Ven a curarte con ellas.
Violeta Parra
Cristian
Alarcón, en su libro El tercer paraíso, nos demuestra que es escritor y jardinero. Escribe para contar su vida remontándose a la de sus bisabuelas, sus abuelas y su madre que como Violeta Parra curaban
sus penas con flores y le dejaron en herencia su amor por los jardines que ayudan a cultivar pequeños paraísos en medio de los pesares y dificultades de la vida. Paraísos naturales opuestos a los paraísos artificiales que buscaron
sus ascendentes de sexo masculino en el alcohol. Una biografía que remonta hacia el porvenir a través del primer recuerdo afincado en la tierra. Una vida que se articula en el tiempo sobre tres jardines: el de su abuela Alba, el de su madre Nadia
y el suyo, el que cultiva, física y metafóricamente, mientras escribe. El que Cristian va componiendo con palabras que lo explican y con tierra y plantas que lo fecundan.
Escritor y jardinero, pero también estudioso de la historia de los jardines y de la botánica. Nos permite encontrar entre sus páginas a los personajes
más sobresalientes de esas disciplinas. Se remonta a la Grecia antigua y a Aristóteles que dividió lo existente en tres reinos y a su discípulo Teofrasto que se dedicó a la elaboración
obsesiva de la primera Historia plantarum y De causis plantarum, manual de jardinería práctica de la antigüedad. Sigue con Roma y con Plinio el Viejo que en su monumental
enciclopedia Naturalis Historiae incluyó un tratado sobre plantas, su cultivo y sus aplicaciones.
Mil seiscientos años después Carlos Linneo desde la medicina, se acercó al mundo vegetal y fundamentó la clasificación de las plantas en la reproducción sexual observando
las flores al microscopio e inventando la nomenclatura binomial que seguimos utilizando. No se conformó con nombrar las plantas conocidas, envía a viajeros y exploradores al mundo entero consiguiendo imponer su sistema y desprestigiando
el conocimiento y la práctica de la vida campesina en América y la propia Europa.
Nos
acerca a la figura de Alexander Humboldt, el teórico y explorador de principios del siglo XIX que acompañado del botánico Aimé Bonpland recorrió el mundo estudiando las plantas dentro de
un sistema que incluía no solo la interrelación de los distintos componentes del medio vegetal y del medio humano, sino también, aspectos de la poesía y el arte. En Nueva Granada conoció a Celestino Mutis
que trabaja para la corona española y que llegó a ser uno de los discípulos más apreciados de Linneo. Gracias a Mutis, Humboldt comprendió la importancia de contar con dibujantes que subsanasen las limitaciones de los
herbarios.
En esta obra encontramos, también reflexiones sobre la historia de los jardines:
“los italianos, los franceses y los orientales tienen sus propias tradiciones paisajísticas, pero nadie como los ingleses en su conquista estética del paraíso” y Gertrude Jekyll es su jardinera
más emblemática. Pero Alarcón se inclina por la visión de Gilles Clément, el jardinero filósofo más interesante de la actualidad. Querría aplicar los conceptos de jardín planetario
y jardín en movimiento a ese pequeño paraíso que esta intentando crear.
Entre
lecciones de botánica y paisajismo se va entretejiendo la historia de la familia y el universo del escritor. Entramos en los jardines y las huertas que su abuela y su madre fueron cultivando para sobrellevar el exilio y las adversidades en distintos
lugares de Chile y Argentina. Un jardín puede ser un refugio frente a las tragedias personales y colectivas. Hablando de su madre nos dice: “es un placer ver a esta señora elegante regando sus rosas amarillas. El paraíso
no existe porque no lo deseamos”.
La
lectura de este libro híbrido y difícil de clasificar, que está a veces tan cercano de la poesía, es rápida pero no se agota en una primera lectura. La escritura es lenta, nos dice Cristian. Por fortuna la creación
de un paraíso es mucho más lenta que la escritura ¿Cuándo está finalizado un jardín? No termina nunca esa tarea, se va construyendo cada día: leyendo, cultivando, escribiendo, viviendo, cantando (con Violeta
Parra). Las flores son las enfermeras de nuestras penas y nuestra mejor herencia.