Tengo que comenzar diciendo que conozco el jardín herrumbroso desde hace mucho tiempo, podría decir que formó parte
del paisaje en el que se desenvolvió mi vida, pero no había conceptualizado su existencia ni como realidad física inmediata (las escombreras, los patios de juego empedrados de escoria, los talleres y solares abandonados donde crece el
alianto y las budelias atraen a las mariposas...), ni como metáfora más global que simboliza el mundo que nos espera a la vuelta de la esquina. Quien me ha abierto los ojos a este concepto ha sido Ramón del Castillo en
su libro El jardín de los delirios explicando la postura del filósofo Zizek respecto a la crisis ambiental.
Zizek declara en sus escritos que siente la poética de los espacios abandonados y de la basura. Plantea que el gran hallazgo del Romanticismo fue descubrir el potencial
estético de las ruinas y los restos. Ante esta declaración podríamos pensar en las posibilidades para incluir en un jardín un retrete por el que trepa la hiedra o el chasis de un coche como una escultura, pero parece que el filósofo
no está pensando en los cuadros de Caspar David Friedrich, sino, más bien, en la Zona de la película Stalker de Tarkovski: un paraje apocalíptico del que sacan provecho
los stalkers guiando a los que se quieren aventurar en esta abismo. Lo que propone, tampoco tiene nada que ver con el reciclaje ni con buscar un nuevo uso para los objetos desechados como hace el colectivo Basurama investigando sus
posibilidades creativas desde un punto de vista pluridisciplinar. Por otra parte, no todo se puede reciclar, muchos restos pueden ser tóxicos y resulta difícil, sino imposible, hacer poesía con ellos, aunque quizás pueda hacerse
dinero.
El jardín herrumbroso de Zizek es la consecuencia del modo de producción capitalista,
la representación simbólica de su decadencia que se mezcla e integra con la decadencia de la naturaleza. De todas formas, no conviene olvidar que el sistema capitalista es capaz de imaginar múltiples posibilidades para seguir consiguiendo
beneficios de espacios como la Zona y de la mercantilización de la naturaleza. Y estoy pensando en un ejemplo: el parque deportivo de la Felguera (popularmente conocido como Piscinas de Pénjamo) proyectado en 1963 por el Ministerio de Trabajo
y que luego pasó a depender del Principado. Este último se lo cedió al Ayuntamiento de Langreo, en 2010, aunque esta administración no quiso asumir su gestión. Desde entonces, el complejo con edificio multiusos, piscinas,
terrazas, miradores, gimnasio, pistas deportivas y cafetería ha ido deteriorándose como consecuencia del abandono y el vandalismo. En 2017 se filmó en este parque parte la serie de Movistar La Zona, (que sin duda
evoca la película de Tarkovski) como escenario de un futuro apocalíptico después de una catástrofe nuclear.
El jardín herrumbroso es la metáfora de la ciudad del futuro que se presenta como la imagen de un extrarradio abandonado y asilvestrado. Según Zizek, la izquierda no sabe imaginar un mundo alternativo al capitalismo,
o bien, solo lo concibe como un parón de la historia. Algunos ecologistas han sustituido el cuento religioso del pecado por la fe en una naturaleza armoniosa por naturaleza. Los liberales han encontrado múltiples fórmulas para mercantilizar
la naturaleza y el negocio ecologista.
Algunos ven el mundo futuro con escombreras en las que crecen
los árboles y las flores conviviendo con placas fotovoltaicas, con ciudades limpias y bien construidas. Un jardín herrumbroso de esperanza que no deja de cuestionar la mercantilización de la naturaleza y de su decadencia, que no
adora a la madre naturaleza, sino que la entiende como resultado de un proceso múltiple y complejo en el que intervienen, además de los condicionantes físicos, la sociedad, la cultura, la economía, la historia y la política.