“…tuve por primera vez la idea, vaga, difusa, de lo hermoso que sería transformar las rocas, que en su fragosidad emergen,
en inmensas esculturas, y tanto me emocionó esa extravagante visión que, sin imaginar que un día se llevaría a cabo y que ella sería como el resumen de mi singular existencia, transporté a mi aposento unos trozos de
piedra dúctil y los coloqué, como ofrendas, a los pies de la armadura que me había regalado Diana Orsini…
Manuel Mujica Lainez
Muy cerca de Roma,
en Viterbo, se puede visitar el Jardín de Bomarzo. Un lugar en el que la naturaleza y la escultura se entrelazan y funden formando un bosque fantástico lleno de inquietante belleza, un espacio que tanto puede parecer
divino como demoniaco, en el que se integran los fantasmas esculpidos en las rocas volcánicas que afloran desde las entrañas de la tierra y se entrelazan con las ramas de los árboles, las hierbas, las flores y los musgos.
Manuel Mujica Lainez después
de visitarlo sintió la pulsión de imaginar y escribir la historia de la persona, en cuya mente se fraguó la idea de crear aquel bosque sagrado. Creó un duque del Renacimiento italiano, Pier Francesco Orsini, que nació
en los albores del s. XVI y vivió bastantes episodios de la memoria de ese siglo. Este personaje adquiere la inmortalidad en la fantasía del escritor y se apodera de su pluma, hasta parece que de su alma, para contar en primera persona
su vida. Para narrar como fue esta, desde su interior, teniendo en cuenta el punto de vista de sus contemporáneos, y sin relegar la perspectiva más crítica de las generaciones posteriores. Y haciendo realidad, a través de
un bucle espacio-temporal, la profecía de la monja de Murano: "dentro de tanto tiempo que no lo mide lo humano, el duque se mirará a si mismo".
Mujica crea una novela barroca en la estructura y en la forma de expresión que es el marco más
adecuado para acercarse a la mente del duque de Bomarzo. Una mente que es fruto del renacimiento, pero en la que late el barroco como una energía a la que dar cauce para liberar las frustraciones. Para liberar los monstruos que tiene dentro, para redimirse
de los demonios que llenaron las ilusiones de una persona con taras físicas que le impedían seguir el camino de gloria de un linaje brillante y antiquísimo. Aquel duque jorobado y cojo no podía permitir que esas limitaciones
enturbiaran su destino y para ello estaba dispuesto a todo, sin limitaciones. Por lo tanto, la gloria y la redención exigían una obra tan grande como sus crímenes. Esa obra sería el Jardín de Bomarzo, un libro
singular escrito en piedra que garantizaría su inmortalidad, ya que no podía imponerse en la guerra ni en la lucha por el poder como sus antepasados.
Ante nosotros tenemos los dos libros: uno de piedra íntimamente integrado en un espacio natural, el del Bosque
Sagrado de Bomarzo; y otro de letras, lleno de acontecimientos y personajes históricos del s. XVI, de referencias artísticas y literarias y de vida, el escrito por Mujica Lainez. Dos libros que tenemos que abrir
y entrar en su interior para descifrar los secretos de Bomarzo.
Ilustracción: Lorenzo Lotto, Retrato de un Gentilhombre (Duque de Bomarzo en la fantasia de Mujica Lainez)