“No hay teoría. Solo hay que escuchar. El placer es la ley”
Claude Debussy
Lo más importante es escuchar la
música con los oídos. Parece obvio, pero no lo es tanto. Escuchamos la música con los pies, nos encanta bailar. Escuchamos con el corazón, buscando los elementos espirituales y emocionales. Escuchamos con el cerebro para aprender
las reglas o prácticas musicales. Escuchar con los oídos tiene la ventaja de aunar las otras formas de acercamiento al fenómeno musical: cuando escuchamos podemos bailar, emocionarnos y hacer análisis armónicos y, además,
solo los oídos nos ofrecen la posibilidad de disfrutar.
Oídos que no ven
es el título del ensayo de Mariano Peyrou para reflexionar sobre la idea de que ciertos estilos musicales exigen una escucha intelectualizada. Entre esos estilos está el jazz, pero también la música contemporánea
y aquellos géneros o estilos que requieren que nos acostumbremos a ellos. En el libro, el autor se refiere a todos los géneros y estilos, pero le concede protagonismo al jazz, de hecho, la idea de la obra surge en una de sus clases, cuando una
alumna considera demasiado intelectual el bebop.
La música se puede entender atendiendo a
todos los aspectos técnicos que intervienen en su creación, al contexto sociológico, a la historia del género, a las circunstancias e ideas de los creadores, a sus relaciones con otras disciplinas artísticas... Todo esto
enriquece la experiencia y amplía el placer, pero lo fundamental es el sonido. Por otra parte, escuchamos a través de varios filtros que conforman nuestro marco de referencia: ideas, teorías, toda la música que hemos oído
y la manera en que la hemos categorizado. Ninguna música requiere una formación especial, pero toda música requiere cierta costumbre, familiarizarnos con la cultura de la que surge o una actitud abierta ante lo desconocido. La escucha
repetida multiplica la satisfacción y genera placer. Por eso lo más relevante es escuchar sin prejuicios.
Llamar “intelectual” a una música puede ser tanto una crítica como un elogio, dependiendo de los contextos. Unas veces es sinónimo de fría, desapasionada, centrada en la teoría o en algún
tipo de virtuosismo. Otras veces, se reivindica lo intelectual como trayectoria necesaria para que ciertos géneros populares puedan codearse con la llamada “música culta”. Esto último, ocurre con el jazz, el flamenco o el tango
de Piazzola.
Por si esto fuese poco, al jazz se le acusa de ser intuitivo y espontáneo, privándolo
de su intención social y cultural. Algunos músicos se consideran poco intelectuales, mientras que otros, como por ejemplo los de bebop, han sido acusados de excesivamente intelectuales. Los creadores de bebop han sido tachados de tocar para su
propio placer. Sin embargo, según Peyrou, supone una búsqueda radical y desinteresada por complacer al oyente.
Jonh Coltrane está considerado uno de los músicos más intelectuales del jazz por idear sistemas nuevos sumamente complejos. Es un virtuoso, pero tiene un impresionante nivel de espiritualidad. Ha afirmado
que se puede hacer música con el cordón de un zapato si se es sincero, es decir, la música es una manera de canalizar la emoción. Los músicos buscan, como los poetas, personalizar su lenguaje. No dan nada por hecho, buscan
lo no aparente como en el verso de Emily Dickinson: "creo que la raíz del viento es el mar”
Las formas musicales en la tradición cultural europea son casi siempre cuadradas, regulares y simétricas. Las tradiciones musicales africana, japonesa, árabe y balcánica no son así. El caso del jazz es muy
interesante por ser producto de una mezcla de elementos procedentes de diversas culturas (africana y europea). A partir del bebop se acentúa la tensión entre lo asimétrico africano y lo cuadrado europeo. Además, las frases en este
estilo son muy variables, se construyen en un discurso a partir de repeticiones y variaciones, brotan de un modo espontáneo y generan sensación de imprevisibilidad. Lo que da carácter al bebop no es ni la melodía, ni el ritmo ni
la armonía. Su esencia está en la articulación, en la manera de conectar las notas y los cambios de volumen entra una nota y la siguiente.
El free jazz, también se tacha de intelectual, pero en realidad, intenta recuperar un elemento del jazz original: la improvisación colectiva. El bebop solo había considerado la improvisación
de los solistas. En la improvisación libre, lo que uno toca no depende de la partitura sino de lo que tocan los demás. Para tocar cualquier música hace falta escuchar, pero el free jazz está esencialmente basado en la escucha. Como
dice Ornette Coleman “toquemos la música, no la estructura".
Por las
páginas de Oídos que no ven pasan Jonh Coltrane, Ornette Colleman, Miles Davis, Bill Evans, Ella Fitzgerald, Billie Holiday, Dizzy Gllespie, Tom Jobim, Kieth Jarrett, Charles Mingus, Thelonious Monk, Charlie Parker,
Wayne Shorter, Cecil Taylor, por citar algunos grandes del jazz. Y músicos clásicos, contemporáneos, de rock, poetas, escritores, filósofos, están plagadas de referencias culturales dentro de las que se desarrolla el fenómeno
musical. Pero lo más importe es que Peyrou insiste en que escuchemos sin prejuicios, quizás así encontremos nuestro propio sonido en la música y disfrutemos plenamente.