En la noche de ayer (12 de noviembre) brillaron las estrellas mientras escuchábamos en el salón de actos del Antiguo Instituto
Jovellanos la trompeta de Fabien Mary y la guitarra de Dave Mitchell acompañados por Ignasi González al contrabajo y Esteve Pi a la batería. Se presentaron como Fabien Mary Cuarteto dentro de la de la programación de
Jazz en el Centro.
Fabien es joven, quizá no tanto como aparenta (dicen que 34 años), tiene formación musical clásica
y ya ha tocado con las grandes figuras internacionales del jazz, con el trompetista Wynton Marsalis; con los saxofonistas Johnny Griffin, Preston Love y Dave Liebman; con las vocalistas Diana Krall y Spanki Wilson; y con el compositor de Los Paraguas
de Cherburgo Michel Legrand. Además ha tocado en distintos grupos y recibido premios como el Jazz à Juan Révélation. Nada más que eso, ¿les parece poco? Pues, bien, hay más, su delicadeza y fragilidad
evocan a Chet Baker, sobre todo cuando interpreta alguna balada. Escuchando su trompeta se espera que pare por un instante y comience a sonar la voz de Chet, de ese trompetista blanco, delgado, rebelde y niño eterno que sorprendió en un momento
en que los grandes tenían la piel mucho más oscura. A pesar de esa evocación Fabien es distinto, tiene aspecto, con su traje gris oscuro y su camisa algo más clara, de ser un chico mucho más formal que Chet.
Si con Fabiem Mary apareció el espíritu de Chet Baker, con Dave Mitchell y su guitarra se podía soñar con Django Reinhardt.
Dave consiguió iluminar con las notas de su guitarra la trompeta de Fabien. Me extraña no encontrar más referencias de este guitarrista, ya maduro, que es capaz de evocar al gran maestro del instrumento en el ámbito del jazz.
Ignasi González tocó como si estuviera buscando complacer a una amante encarnada en su contrabajo e hizo de presentador con su voz de locutor
de radio. Esteve Pi consiguió equilibrar el sonido de la batería y que no se impusiera sobre el conjunto de instrumentos como a veces sucede.
La espiral del jazz ayer fruyó entre las estrellas y convirtió Gijón en Cherburgo. Saben, poco después del concierto, empezó a llover y brillaron, más que las estrellas, los paraguas.