Este vergel que el ánimo recrea
con
su frondosidad y su hermosura
¡ para ti, pliegue a Dios que siempre sea
Isla de paz, de amor y de ventura!
(Versos de Ramos Carrio dedicados a Florencio Valdés)
Se llamaba Florencio, Florencio Valdés (1836-1910). Fue uno de los impulsores de la modernización de Gijón
a finales del siglo XIX. Se embarcó en proyectos como la instalación del tranvía de tracción animal hasta La Guía, la puesta en marcha periódico El Comercio, el transporte marítimo y la creación de un
complejo de ocio –los Campos Elíseos- con parque, teatro-circo, baños públicos, kiosco de música y café-restaurante*. Se vivía, entre los industriales y hombres de negocios en este momento, un duro enfrentamiento
entre los partidarios de mejorar el antiguo puerto y los que apostaban por crear uno nuevo con mejores condiciones para la navegación: El Musel. Estos últimos, se llamaban los muselistas y los otros, los que creían que era posible mejorar
el viejo puerto, apagadoristas. Florencio Valdés era uno de los más destacados miembros del bando apagadorista.
Además de destacar como emprendedor en el mundo de los negocios, Florencio Valdés amaba la naturaleza y la jardinería. Francisco
Prendes Quirós en el discurso que le dedicó en el centenario de su muerte dice: “es más que posible, como era corriente en la sociedad gijonesa de su tiempo, que en sus años mozos hubiera viajado por el extranjero
para aprender los secretos del comercio y, sobre todo, para conocer el mundo, y seguro que en esos viajes juveniles conoció fincas y jardines, y que de aquellos años de formación le vinieran los ardores botánicos…”
Y aquí paro la cita, pues no he hablado aún del Jardín de la Isla, aunque si haya salido a relucir, un poco, el proyecto de los Campos Eliseos.
Cuando don Florencio se casó, compró unos terrenos en Cabueñes en los que construir
su casa y su jardín, quería crear una Isla llena de árboles y flores que compitiera con la finca de Anselmo Cifuentes, su suegro, también situada en Cabueñes, visitada y alagada por las personalidades más
importantes del momento. Según Prendes Quirós: “don Florencio visitó, con el jardinero que se ocupó de los cuidados de La Isla, diversos jardines del sur de Francia y algunos de Paris, de donde le viene a la posesión
el estilo paisajista a la manera de las grandes fincas de recreo europeas, de las que la Quinta de la Regaleira o los Palacios da Pena y Monserrate son ejemplo que aún perviven en la colina de Sintra”.
En el Jardín de la Isla nos encontramos
con jardines barrocos, románticos y paisajistas. Así como un paseo de plátanos de sombra que cobija una colección de camelias del Japón y una pista de tenis que servía, además, para escuchar música y
presentar exposiciones. A todo esto hay que añadir los ingenios de agua, precedente de los actuales parques acuáticos, aprovechando la corriente del río Peñafrancia para crear estanques para el baño, el paseo y el descanso;
cascadas y una piscina excavada en las rocas; entre grandes árboles y recorrido por pintorescos puentes. Parece que a don Florencio, le gustaban todos los jardines y le costaba decidirse por un estilo, y como contaba con mucho espacio, puso en marcha
los que más le entusiasmaban y se adaptaban a las condiciones del lugar. Ese Jardín de la Isla se convirtió en el lugar de ocio para los apagadoristas, allí celebraban banquetes y fiestas, paseaban y se bañaban.
El Jardín de la Isla
fue siempre un lugar de encuentro social, fue una propiedad abierta. Una tarde a la semana se abría a las personas que quisieran conocerlo y pasear bajo los árboles. Hoy forma parte del Jardín Botánico Atlántico
y podemos seguir visitándolo y admirándolo.
Se llamaba Florencio, le gustaban las flores y los árboles. Creó su Isla particular, su jardín. Le pareció tan hermoso que lo quiso compartir con sus amigos y con todo el mundo.
Afortunadamente, ha pasado más de un siglo y el jardín está más hermoso que nunca, los árboles son más altos y frondosos y las flores siguen tan bellas y delicadas. Podemos visitarlo, todos los días de la semana,
y disfrutarlo ¡Sigue siendo Isla de paz, amor y ventura!
* De este proyecto solo queda el exiguo triángulo,
con alguna triste acacia, enfrente de la iglesia de los Capuchinos y la memoria de los Campos Eliseos, nombre que recibío el único elemento que se realizó, fue teatro y cine, además de sala para mítines políticos.
Se cerró en 1962.