Un árbol crece en Brooklin cuenta la historia de una niña,
Francie Nolan, y de su familia en las primeras décadas del siglo XX. Sus abuelos, procedentes de Austria y de Irlanda, viajaron a Nueva York buscando una vida mejor pero se encontraron con enormes dificultades para sobrevivir cuando se instalaron en
Brooklin.
El árbol que ayuda a fluir la historia de Francie
Nolan, ofreciendo sus ramas para trepar huyendo de la sordidez de la vida cotidiana, es el árbol del cielo, también llamado árbol de los dioses o alianto (ailanthus altissima). Bellos nombres que concuerdan con la función de este
ser del reino vegetal que crece en un patio estrecho, con el suelo de cemento lleno de basura, sin ningún cuidado y con muchas agresiones. Y, bello nombre también, para esas ramas grandes como sombrillas que cobijan los sueños de las niñas
que leen en las escaleras de incendios.
Betty
Smith (1896-1972), la autora, construye la narración apoyándose en la experiencia de su propia infancia y en las ramas del árbol que crece en el patio del edificio que habita la familia. Ramas que sirven de soporte para la historia
y como metáfora de la vida de los habitantes de estos barrios que tienen que luchar para sobrevivir en el terreno más hostil.
Metáfora que se refuerza en el caso de Francie, ella se esfuerza por formarse leyendo todos los libros de la biblioteca, por orden alfabético, y a través de la escuela para
mejorar su existencia a la vez que sufre grandes privaciones, pero permitiéndose pequeños lujos como tirar por el fregadero la ración de café que le corresponde y alimentándose de la belleza de unas flores en un jarrón
en el escritorio de la bibliotecaria. Como el árbol, crece física e intelectualmente en un patio sin tierra. El árbol embellece con su presencia el patio y ella se abriga con las pocas cosas bellas que la rodean.
La narración comienza con la presentación del árbol del cielo en
el infierno de ese patio de un edificio en Wiliamsburg, la zona más mísera de Brooklin. Termina contando como ha vuelto a brotar después de ser cortado y quemado. El contrapunto del árbol del cielo es un abeto que Francie y su hermano
colocan en la escalera de incendios y cuidan con esmero pero que se seca.
El árbol del cielo procede del sudeste asiático y tiene capacidad para naturalizarse en cualquier lugar. Se le considera una especie invasora que amenaza el equilibrio de los espacios naturales precisamente por su capacidad de
crecer en las condiciones más difíciles, donde ningún otro árbol o arbusto podría sobrevivir, extenderse a través de sus semillas y producir toxinas en las hojas y corteza que al acumularse en el suelo inhiben el crecimiento
de otras especies. Incluso se le considera perjudicial en el medio urbano por dañar las aceras y los cimientos de los edificios.
El alianto nos lleva del cielo de su nombre al infierno de su consideración actual. Un árbol que para los habitantes de las ciudades siempre está ligado a los solares y los
tinglados industriales abandonados donde crece e introduce la pincelada verde que confiere una rara belleza en el imperio de lo feo. Nos lleva de su nombre, a los patios sucios y estrechos, que a pesar de todo, mejora con su presencia. El árbol del
cielo crece en el infierno de las ciudades, antes y ahora, planteando una difícil paradoja.
El árbol del cielo, El árbol que crece en Brooklin, convierte en paraíso el infierno de Francie Nolan mientras lee a su sombra en la escalera de incendios
y ayuda a Betty Smith a organizar y contar una historia prescindiendo de la sordidez del mundo donde se gestó. Permitiéndole escribir sobre la miseria de los barrios pobres de una manera original
y distanciada del relato clásico de estos mundos.
Ha pasado
más de un siglo pero el infierno está ahí, otros árboles pueden sustituir al alianto. Leo Un árbol crece en Brooklin a la sombra de los árboles de mi jardín.