La historia de esa familia de destino trágico, la última que ha quedado viviendo en una aldea de la que todas las demás han huido, en un medio
tan hostil como lleno de belleza y fantasía, es una de las más conmovedoras que uno ha leído desde hace tiempo y más conociendo que es el trasunto de una verdadera ¿Qué más se puede pedir para un día
de otoño, la estación que pasa tan deprisa que deja detrás de sí la ilusión de un sueño?
Julio
Llamazares
¿Qué más se puede pedir? Se puede pedir
que otras personas se acerquen al El color de las hayas de Epigmenio Rodríguez Mancebo aunque sea invierno, aunque los fríos
hayan despegado todas las hojas y el rojo que brillaba en las ramas cubra el suelo, aunque la nieve lave el rojo y lo tiña de blanco.
Conviene no olvidar como fue la vida en las montañas hasta hace no tanto tiempo. Conviene recordar que los lugares que convertimos en objeto de ocio, en espacios para disfrutar del contacto con la naturaleza, en imágenes
hermosas para guardar en nuestra retina, fueron el medio de vida de quienes los habitaban enfrentándose a los rigores del tiempo y a las dificultades del terreno, invirtiendo esfuerzos sin fin para, a penas, sobrevivir aislados o en grupos familiares
en los que trabajaban duro todos: los adultos y los niños. Epigmenio cuenta en esta novela la vida de la única familia que queda en una aldea del Valle del Tuéjar o del Hambre, como también se le llama a esta zona, que sigue
viviendo de la ganadería a finales de la década de los sesenta. Y lo hace comenzando por el final, por 2008, para volver a los momentos en que los protagonistas son niños e ir desvelando, poco a poco, el misterio que los lleva a su trágico
destino. Detallando los pormenores del día a día como sólo lo puede contar quien lo ha vivido y, además, con ese maravilloso don de saber contar, pintar imágenes con las palabras, crear suspense y mantener la atención.
Epigmenio no necesita apellidos, los ecos y resonancias de su nombre se convierten en ingredientes que lo arropan de significados
reales e imaginarios. A mí me sugiere escritura, ya que me recuerda la epigrafía, también colores, ya que está lleno de pigmento, se parece a epignosis, o lo que es lo mismo, a predecir los conocimientos.
El color de la hayas tiene todos estos elementos del nombre de su autor: está muy bien escrita narrando una historia que se desarrolla, partiendo del final, volviendo a distintos momentos decisivos que la condicionaron y utilizando pinceles, además
de bolígrafo o las teclas del ordenador. Epigmenio escribe y pinta. En el título, llenó su paleta de todos los rojos. Desde los anaranjados y los ocres de las hojas de las hayas al rojo intenso y al oscuro de la sangre. Desde los rojos
más bellos que pintan las hayas en otoño a los más tristes de la tragedia que se forja con el faedo otoñal de fondo.
Es invierno, hace frío y podemos quedarnos en el jardín interior a leer El color de las hayas, ¿qué más se puede pedir para soñar
con la primavera, el verano y el otoño?