El taray, tamarisco, atarfe o taraje es un árbol que crece espontáneamente en la zona
mediterránea en las orillas de los ríos y en lugares pantanosos. Es un superviviente, resiste en zonas muy secas, e incluso al fuego, gracias a sus largas raíces que pueden llegar hasta la capa freática. También ayuda
a estabilizar las pendientes y las dunas costeras, es capaz de afianzarse allí donde otros árboles o arbustos no soportan las condiciones de salinidad.
En el muro de San Lorenzo encontramos tres tipos de tamarisco. Contamos con las variedades tamarix gallica, tamarix africana y tamarix parviflora. Están en
el borde del paseo formando la sombra de la pérgola que cubre los bancos. Estos días, está en flor el tamarix parviflora, como es el más abundante, el más ormamental, y estos días luce sus flores colgantes
de ramilletes rosa, el muro muestra una de sus caras más hermosas.
El tamarix
parviflora es originario de nuestra península, tiene el tronco rugoso e inclinado y es el primero que florece, a mediados de abril, antes del nacimiento de sus hojas.
Encontramos otros tamariscos a lo largo de la senda de Cervigón y en el parque de Isabel la Católica. No olvidemos que aunque se sembraron
como árboles ornamentales, llegan a naturalizase y crecer de forma espontánea.
De los amenos tamariscos en flor del muro, mi imaginación viaja hacia otro lugar. Cuando vivía en Ciudad Real, pude admirar otros tamariscos en un medio muy distinto, se trata de las variedades gallica y
canariensis, de las Tablas de Daimiel. En este Parque Nacional es la única especie arbórea que se encuentra dentro del humedal. Crece formando bosquecillos. Hay ejemplares centenarios con troncos inclinados, algunos casi horizontales,
que crean conjuntos sorprendentes que parecen fruto de la imaginación y escenario de cuento de hadas.