El paisaje es el resultado de la interacción entre factores físicos como el clima, la composición del
roquedo, los suelos, el relieve y la vegetación. A estos factores se suma la acción humana, los actos destinados a obtener recursos del medio para la subsistencia, primero, y para otros fines de lucro, después.
La agricultura tradicional ha tenido en Asturias un peso importante en la configuración de un paisaje rural en el que imperan
los prados, que han ido ganando terreno a los montes para el alimento del ganado, intercalados por aldeas y manchas boscosas. Sin embargo, el bosque sigue teniendo protagonismo considerable en el paisaje asturiano, representa el 21% de la superficie.
El bosque es un ecosistema, una unidad funcional que comprende un grupo de organismos vivos que interactúan entre si y
el ambiente físico y químico en el que viven. No todos los terrenos con árboles son bosques, para serlo, los árboles han de formar un dosel continuo que permita que se creen esas condiciones peculiares de interacción. Los
bosques son formaciones vegetales en los que las plantas se organizan en capas de distinta altura. La parte más alta está formada por los árboles, por debajo están los arbustos y arbolillos, le siguen los subarbustos y matas, lianas
y herbáceas. No se producen esas condiciones en las repoblaciones forestales con eucaliptos y coníferas que suponen el 9% de la superficie de Asturias.
Los árboles más frecuentes y abundantes en los bosques asturianos son el carbayo (quercus robur), el roble albar (quercus petraea), el haya (fagus sylvatica),
el fresno común (fraxinus excelsior), el arce o plágano (alcer pseudoplatanus), el olmo de montaña o llamera (ulmus glabra), el abedul (betula celtiberica), el cerezo (primus avium) el tilo
de hoja grande o tilar blanco (tilia platyphyllos) y el tilo de hoja pequeña o tilar negral (tilia cordata), todos ellos de hoja plana y caduca.
Son menos frecuentes los árboles de hoja plana que después de secarse en otoño se mantienen en las ramas casi hasta la foliación de la primavera (marcescentes). Contamos
con rebollos (quercus pirenaica) y el quejigo (quercus faginae).
También tenemos
árboles como la encina (quercus ilex), la carrasca (quercus rotundifolia), el alcornoque o sufreira (quercus suber) y el laurel o llereu (laurus nobilis) que tienen hojas persistentes, se mantienen durante años
y no caen todas a la vez, de modo que el árbol no se muestra desnudo en ningún momento del año.
La diversidad biogeográfica, bioclimática y de sustratos de Asturias hace que exista gran variedad de bosques:
- Bosques caducifolios. Representan el 95% de los bosques autóctonos y ocupan el 20% de la superficie.
- Carbayedas.
- Bosques de ribera y zonas pantanosas. Alisedas, fresnedas
y saucedas. Las riberas de los ríos y arroyos están marginadas por bosques lineales de gran densidad.
- Hayedos, ocupan el
5% de la superficie y representan el 25% de los bosques autóctonos.
- Bosques de robles albares, abedules, fresnos, arces y tilos.
- Bosques de hojas persistentes y marcescentes. Representan el 5% de los bosques autóctonos
y solo el 1,1% del territorio. Se trata de árboles asociados al microclima mediterráneo que en Asturias es bastante excepcional.
- Bosques de hojas persistentes. Representan el 0,8% de los bosques autóctonos y cubren el 0,2% de la superficie. Bosques de encinas, carrascas y alcornoques.
- Bosques de hojas marcescentes. Formaciones vegetales dominadas por el rebollo. Ocupan el 0,9% de la superficie de Asturias.
Los bosques son notas hermosas en el paisaje. Están esperando nuestra visita, son el mejor jardín para nuestros paseos. La Guía de los bosques de Asturias de Tomás Emilio Díaz y Antonio Vázquez nos puede ser muy útil para decidir que bosque visitamos y prepararnos para disfrutar planamente de la experiencia.