En el cristal del agua se refleja la sonrisa del sol dividida en múltiples estrellas blancas y brillantes.
El sol sabe que en pocos días
se impondrán sus rayos y como un milagro cambiará la faz de la ribera.
De pronto su alegría se desborda y la carcajada resultante cae levantando una montaña de agua y desplazando mil ondas la luz.
Las ramas secas de la orilla ahora son de plata y engarzan
las esmeraldas de las hierbas.
Los troncos de los árboles se inclinan un poco para guardar ese tesoro y preservarlo.
Solo los ojos de los que saben mirar ven las joyas y se llevan en las pupilas la imagen de la promesa de la primavera.