En un monte de Quirós
hay
un arbolín de Diós;
cada
caña tien un nieru
cada
nieru tien un gúebu,
cada gúebu un paxarin,
¡válgame Dios, que arbolín!
El avellano es un arbusto que nos presta multitud de servicios para
que lo dejemos crecer y merecer convertirse en árbol. Crece en cualquier tipo de suelo, incluso en los más rocosos, aprovechando los pequeños huecos con alguna fertilidad. Contribuye a mantener niveles altos de humedad allí donde
se encuentra para favorecer a otras plantas de su entorno con ese ambiente. Los avellanos cierran y abrazan los prados, a los que cuidan en ese acto: forman cerramientos naturales, sebes, que los mantiene jugosos en verano, los protege de los
vientos durante todo el año y dificulta la acción de la erosión fijando y reafirmando el suelo a pesar de las pendientes. La sebe se completa con una portilla hecha de varas de avellano entretejidas.
Las varas de avellano se utilizan también como improvisados báculos para apoyar los pasos de los caminantes y para
tallar bastones jugando con las posibilidades que ofrece a la imaginación la bifurcación de una rama que se puede convertir en la cabeza de un dragón o en el cuerpo de un delfín con unos cuantos tajos de navaja y dar, así,
un acomodo fantástico a la mano y una razón para contar una historia que lo explique. Muchas varitas mágicas de las leyendas son de avellano. Estas varas también han servido para fines más prosaicos como la defensa
ante todo tipo de adversarios.
No terminan aquí las prestaciones del avellano. Con su madera
se fabrican muchos útiles y herramientas para la agricultura y la ganadería. Con la corteza de su tronco se tejen cestos y asientos para las sillas.
Y su fruto, la avellana es un alimento sabroso con muchas posibilidades gastronómicas. Está muy rico tal cual, más aún ligeramente tostado y las tartas de avellana son riquísimas.
El avellano nos ha dado mucho, pero su protagonismo se diluye en un mundo en el que se despuebla el medio rural. Además,
como su porte es tan humilde y se mezcla con otras especies vegetales en las sebes, muchas veces cuando paseamos, nos pasa desapercibido. Empecemos a fijarnos en él hagámosle un homenaje con la mirada y démosle las gracias por
todo.