No encuentro la forma de describir el contenido de El Rodaballo de Günter Gras. Es
un recetario de cocina, una historia de la alimentación, un cuento, el relato de la historia de una región (desde un punto de vista crítico contado de un modo dialéctico), es la vida cotidiana del narrador, es una crónica
de la guerra de los sexos. Es en suma, una gran obra, es una novela que debe leerse muchas veces para saborear todos sus ingredientes y percibir todos los matices y aromas.
Podría decir que es un gigantesco entramado tejido con multitud de hilos para crear una epopeya del pueblo cachubo, desde el Paleolítico hasta la actualidad. Mejor que tejido
con hilos sería decir que está compuesto por platos y alimentos, por cocineras y recetas que en distintos momentos tuvieron un papel importante, aunque olvidado, en la historia. Ellas contribuyeron a la subsistencia y a modelar el gusto de los
cachubos. Pero, esta novela es mucho más.
Para empezar, creo que es oportuno delimitar
en ámbito geográfico de la narración. La Cachubia es una región integrada actualmente en Polonia, está situada en torno a la desembocadura del río Vístula, en el golfo de Gdansk y con capital en Danzig.
Formó parte de Pomeranía, Polonía, Suecia, Prusia, y Alemania, sucesivamente, hasta quedar dentro de Polonia después de la Segunda Guerra Mundial.
El autor utiliza, como hilo conductor de los hechos del pasado, al rodaballo del cuento de El pescador y su mujer que los Hermanos Grimm recogieron
de la tradición oral. De esta forma lo fabuloso, la fantasía ancestral, se cuela en el relato hasta apoderarse de toda su estructura. El papel del pez es fundamental, es el mensajero de lo que acontece en otras latitudes, el instigador de los
cambios y el consejero, aliado con los hombres, para que superen el matriarcado originario. El narrador es uno y múltiple, está situado en el presente, pero asumió distintas personalidades masculinas en cada episodio histórico.
Fue el compañero, esposo y/o amante de las cocineras, de las verdaderas artífices del progreso.
Las cocineras, que a pesar de su contribución no aparecen en las crónicas, son las protagonistas de la epopeya del pueblo cachubo, las impulsoras de cada revolución alimentaria y social. El propio rodaballo decide cambiar de bando
y aliarse en la causa de las mujeres ante la reiterada ineptitud de los hombres, aunque tenga, para ello, que verse sometido a un duro juicio femenino y feminista.
Günter Gras construye con estos elementos una historia contada, o mejor dicho, cocinada, desde la perspectiva de género que sabe a la papilla de bellotas con huevas de esturión
de Aya; a las merluzas, esturiones, luciopercas y salmones cocidos o a la parrilla de Vigga; al caldo de pescado con cuentas de ámbar de Mestuina; al ganso de Greta; a los caldos de gallina y sémola de esteba de Agnes; a los guisos de patatas
de Amanda; las carnes con setas de Sophie y a los distintos platos de la cocina proletaria de Lena. Son todos platos fuertes y contundentes. Hay que prepararse para leer sin prisa, con paciencia y preparar el estómago para digerir y disfrutar
la novela y estos sabores. Después podemos pasear y echar una buena siesta en mi jardín.