Sofonisba, Artemisa y Judith son tres pintoras del Barroco de primer nivel, sin embargo sus obras desaparecieron, permanecieron en los almacenes de
los museos o se atribuyeron a otros pintores durante siglos, solo a partir del siglo XX se fue descubriendo su verdadera autoría. Otras muchas pintoras y artistas no han sido descubiertas y siguen en el lado oscuro de la historia.
Sofonisba Anguissola (1532-1625) se formó en Cretona, su ciudad natal, junto con sus hermanas, en el
taller de Bernardino Campi a pesar de pertenecer a la pequeña nobleza. Sus padres eran personas de ideas avanzadas y estaban por encima de los imperativos y prejuicios sociales y de género de la época, no les importaba que sus hijas realizasen
tareas propias de humildes artesanos si ello podía contribuir a desarrollar su talento artístico. De todas formas su aprendizaje fue diferente del de los demás aprendices del taller. Ellas no copiaban cuadros mitológicos ni a modelos,
se deben conformar con reproducir obras religiosas, las que cuelgan en las paredes de las iglesias o las de su maestro y con retratar a miembros de su familia. Ángeles Caso en Ellas mismas, autorretratos de pintoras
pone de manifiesto que a Sofonisba reproducir una y otra vez las caras de su madre, su padre y sus hermanas, le permitió dotar a su pintura de una cercanía y una espontaneidad que no lograron ninguno de los grandes maestros de su tiempo. Son
suyos los retratos que están en nuestra mente de Felipe II y sus esposas Isabel de Valois y de Ana de Austria, así como a otros miembros de la familia real, los retrató mientras permaneció en la corte como dama de Isabel de Valios.
Murió con más de 90 años y nunca dejó de pintar. En el Museo del Prado sus obras se atribuyeron a otros pintores de la corte de Felipe II, algunas ya figuran con su nombre en los catálogos, pero se discute la autoría
de varios retratos.
Artemisa Gentileschi (1593-1654) se hizo pintora trabajando
desde niña, junto con sus hermanos, en el taller de su padre, Orazio Gentileschi, pintor celebre en Roma. Es la pintora más conocida y valorada en la actualidad, aunque en parte se debe a un episodio desgraciado recogido en los anales de
la jurisprudencia. Fue una pintora extraordinaria que se formó, viajó y se desenvolvió con soltura en el mundo artístico de su época. Ángeles Caso en Grandes Maestras dice
que de las circunstancias adversas de su vida: “surgió una esplendida pintora llena de sensualidad, de dramatismo y, también –en los numerosos lienzos en los que representó a las heroínas de Biblia-, de lo que parece
un cierto deseo de venganza contra el género masculino”. Siri Husvedt en uno de los ensayos recogidos en La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres compara la obra Judit
y Holofermes de Gentileschi con el cuadro de Caravaggio que representa la misma escena bíblica, y tiene, además en cuenta sus atormentadas biografías. Husvedt señala que “el relato
del cuadro de Gentileschi, a diferencia del de Caravaggio, es de una violencia atroz e inmediata, producida en parte por su configuración espacial de verticalidad” y por presentar a una Judit activa y decidida, mientras que en el cuadro de
Caravaggio, “Holofermes puede que sea una víctima, pero es potente” es el hacedor y Judit “en marcado contraste con su víctima, está hermosa, benévola y delicada (…) parece haber entrado volando
de otro mundo de futilidad femenina”. ¿Supera Artemisa a Caravaggio?. Nuestra es la respuesta. La autoría de los cuadros de Artemisa Gentileschi
se atribuyó a su padre hasta el siglo pasado.
Judiht Leyster (1609-
1660) es una de las pintoras de la escuela holandesa que pintó obras de género en el siglo XVII, plasmando un amor al mundo, una alegría de vivir y una glorificación de lo real que no se ha vuelto a producir, según manifiesta
Tzvetan Todorov en Elogio de lo cotidiano. Pinto durante años en su taller, como maestra reconocida por el Gremio de San Lucas de Haarlem, escenas domésticas e íntimas, mujeres, jóvenes
y niños. La seña de identidad de su obras está en la alegría que brota de sus pinturas, como demuestra su original autorretrato, superando, en este rasgo, al resto de los pintores de la escuela holandesa. A pesar de que firmaba
sus obras con sus iniciales y una estrella, los expertos adjudicaron sus obras a Frans Hans, el pintor más cotizado de sus contemporáneos. En 1893, un coleccionista reparó en la firma e inició una investigación
que llevó a descubrir a la maestra olvidada y expoliada. La pinacoteca Rijksmuseum de Amsterdam tuvo que revisar sus lienzos y devolver a Leyster las obras en la que aparecía su firma.
Sofonisba Anguissola, Artemisa Gentileschi y Judiht Leyster son tres de las muchas artistas brillantes que superaron los obstáculos
que en su tiempo imponía para el desarrollo de sus aspiraciones como pintoras, pero que luego, fueron ninguneadas por la historia. Sus cuadros consiguieron un lugar en los templos del arte, pero sus nombres y su condición de
mujeres no los acompañaron. Tuvieron que pasar los años y los siglos para que se hayan ido desvelando algunas autorías, ellas lo han conseguido. Nuestros ojos pueden contemplar sus cuadros. Me atrevo a considerar que otras siguen esperando,
nuestro ojos también.