La renuncia de Jordi Savall al Premio Nacional de Música está resultando polémica, basta con comparar el tratamiento
que distintos medios están haciendo de la noticia. Siendo este músico catalán, no me extraña que se aproveche el hecho, por ambas partes, para apoyar las posturas enfrentadas en relación a la consulta que se quiere poner
en marcha sobre la independencia de Cataluña, pero lo realmente importante no está en esa vertiente de la noticia. Nos dejarnos llevar por las soflamas de los que están empeñados en convertir, no ya el boquerón en sardina,
para arrimarla a su ascua, sino que están dispuestos a transformar un besugo en una sardina y acomodarlo sobre una rebanada de pan.
Lo
sustancial de la renuncia al premio es, en primer lugar, la crítica que Jordi Savall hace de la política cultural que se está haciendo desde el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte que está privando a la mayor
parte de la población, y a los jóvenes en particular, del conocimiento y disfrute del milenario patrimonio musical hispánico. En la carta que envía al Ministro Wert, lo explica con claridad, denuncia que no hay apoyo
institucional estable para proyectos como el suyo. El patrimonio musical solo es accesible a través de la interpretación de las obras: “¿Podríamos imaginar un Museo del Prado en el cual todo el patrimonio antiguo
no fuera accesible? Pues esto es lo que sucede con la música, ya que la música viva solo existe cuando un cantante la canta o un músico la toca, los músicos son los verdaderos museos vivientes del arte musical.
Es gracias a ellos que podemos escuchar las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, los Villancicos y Motetes de los siglos de Oro, los Tonos Humanos y Divinos del Barroco…”. Los músicos son los museos
vivientes de la música. Apoyando a los músicos se difunde un patrimonio de todos para que llegue más allá de una minoría: “¿Cuántos españoles han podido alguna vez en sus vidas, escuchar en
vivo las sublimes músicas de Cristóbal de Morales, Francisco Guerrero o Tomás Luis de Victoria? Quizás algunos miles de privilegiados que han podido asistir a algún concierto
de los poquísimos festivales que programan este tipo de música. Pero la inmensa mayoría, nunca podrá beneficiarse de la fabulosa energía espiritual que transmiten la divina belleza de estas músicas”. En
estas palabras de la carta de renuncia al premio escrita por Savall a Wert encontramos la clave de la noticia.
Y en segundo lugar,
creo que hay que subrayar que no estamos acostumbrados a la renuncia. Tenemos que buscar intenciones ocultas para explicar que se renuncie a un premio que combina los honores con una cantidad de dinero considerable. Aunque Epicuro decía que debemos
buscar los placeres primarios y estar en guardia respecto a los secundarios: al poder, los honores y el dinero; lo más habitual en nuestro país es aprovechar todas las oportunidades que se nos brinden para coger el dinero y echar a
correr. Por eso estamos dispuestos a creer que el besugo es una sardina y que cabe sobre la rebanada de pan.
En
otra ocasión hablaré de todas las gratas experiencias que he tenido, y espero seguir teniendo, a través de las empresas musicales de Jordi Savall, hablaré de cómo me ha ayudado a llenar de flores mi jardín.