No es la primera vez que aparece en mi jardín Manuel Lozano Leyva, que acumula un buen número de atributos: escritor, divulgador científico
y catedrático de Física Atómica, Molecular y Nuclear de la Universidad de Sevilla. De su mano entró, también Mónico Sánchez Moreno a través de su libro El gran Mónico,
el relato de las circunstancias en que se desenvolvió este importante, pero desconocido inventor, de Piedrabuena (provincia de Ciudad Real) que desde su pueblo, en 1904, viajó a Nueva York para ampliar sus estudios de electricidad y volvió
a su pueblo con patentes y proyectos. En palabras de Manuel Lozano, es el ingeniero Juan Pablo Rozas el más autorizado para escribir la biografía de este gran Mónico (a falta de ella podemos escuchar sus palabras en este programa de la
UNED que añado).
Mónico Sánchez llegó a Nueva York como los personajes de John dos Passos en Manhattan
Transfer. Consigue su primer trabajo y la matricula en el Instituto de Ingenieros Electricistas valiéndose de su rudimentario inglés. Por entonces esta ciudad era la capital de la electricidad, los ingenieros y el capitalismo: es
la cuna de esa Segunda Revolución Industrial que está dando el salto desde la electricidad. Allí tenía su imperio Edison, avezado e ambicioso empresario además de inventor, enfrentado en la Guerra de
las Corrientes con el tándem formado por el genio Nikola Tesla y el empresario Westinghouse. La contienda la gana Westinghouse gracias a Tesla que consigue resolver el problema para distribuir la electricidad de forma eficiente pasando del uso
de la corriente continua (la que preconizaba Edison) a la corriente alterna. Como sería de esperar, Edison desplegó una campaña feroz para desacreditar el invento, que Tesla contrarrestó con sus dotes histriónicas y su gusto
por protagonizar espectáculos.
La historia de Tesla, curioso y excéntrico personaje, la cuenta Jean Echenoz en su libro
Relámpagos, muestra otros muchos de los caminos emprendidos por este genio, que además de la corriente alterna, es el padre de la lámpara fluorescente, la radio, la transferencia inalámbrica de energía,
los principios del radar, de la telefonía sin hilos, rayos X y un largo etcétera. El descubrimiento culminante de su carrera es la torre de Wardenclyffe, construida para establecer un sistema mundial de comunicaciones y que podía adaptarse
para el envío de electricidad de manera gratuita a toda la población, pero no se desarrolló por falta de financiación. Era, y sigue siendo, poco probable que los inversores se interesen por invertir en un proyecto
que no generará beneficios.
Mónico se codeó en Estados Unidos con las personalidades más competentes en el ámbito
de la electricidad, participó en el mundo de los negocios y patentó el aparato de rayos X portátil. Pero su deseo era volver a España, a su pueblo, y poner en marcha una empresa, Laboratorios Eléctricos Sánchez, para
la fabricación de aparatos de rayos X y a la que se ligan otros proyectos que mejoraron la calidad de vida de los vecinos. Las cosas no fueron bien, las envidias y las circunstancias políticas hicieron que Mónico no tuviera el éxito
que esperaba con su empresa. A pesar de ello con su capacidad de emprendedor y su amor por los avances técnicos, consiguió llevar un cine a Piedrabuena y que se estrenasen las películas allí antes que en Ciudad Real.
Nikola Tesla es un genio preocupado por la mejora de las condiciones de vida de la humanidad y por la difusión sin restricciones de los avances
técnicos. Mónico Sánchez se aplicó para desarrollar sus conocimientos en electricidad saliendo de su país y volviendo para compartir con sus vecinos sus descubrimientos y su energía. Ambos son poco
conocidos y menos reconocidos a pesar de su grandeza. En su honor brilla la rosa más blanca y luminosa de mi jardín.